EL FENÓMENO GUGGENHEIM

La primera fotografía de Nicolás Sarkozy al llegar al gobierno, se realizó con un grupo de célebres arquitectos, con los que pretendía construir la nueva imagen de Francia. Una actitud especular a la que Francois Mitterrand adoptara poniendo la arquitectura al servicio del estado. Esa famosa fotografía, publicada al inicio de su legislatura, responde a una declaración de intenciones en toda regla. La construcción de edificios icónicos con la capacidad de revolucionar una sociedad. Esta importación de LOGOTIPOS publicitarios nos habla de la cultura del espectáculo.

Terminado el Guggenheim en 1997, hace 20 años, se produjo una revolución mundial en la arquitectura. El efecto Guggenheim se extendió por todo el mundo. A partir de ese momento dejó de conocerse a Bilbao por el terrorismo para convertirse en símbolo de progreso y vanguardia. Bilbao fue envidiada por las capitales del mundo.

Llamaremos fenómeno Guggenheim al efecto dominó que provocó sobre gran parte de arquitectos geniales que, a partir de este momento, pensaron que debían construir elementos ICÓNICOS para triunfar entre las masas a nivel mundial, para que los mass-media difundieran su labor. Las ciudades empezaron a reclamar obras de autor y, entonces, llegó la banalización la arquitectura y los problemas en pro de la creación de elementos singulares. Recuerden como Córdoba reclamó “Un Koolhas” o Sevilla “Un Zaha Hadid”. Véanse los cambios drásticos acaecidos en las arquitecturas de ambos (Koolhas y Zaha), de Herzog y De Meuron o Norman Foster, antes y después del Guggenheim.

El Guggenheim se concibió conscientemente como una escultura, un barco varado, encallado en los preceptos de la modernidad, sobre criterios meramente formales y carentes de significación. Una obra que despierta un enamoramiento repentino, el entusiasmo infantil, la bofetada sorpresiva que nos desarma para analizarlo de manera científica. Un diseño exclusivo que terminó siendo un prototipo globalizado, se convirtió en el escaparate del TIPO de arquitectura que vendería en adelante su autor, Frank Gehry. Véase: Auditorio Walt Disney en Los Ángeles o Bodegas Marqués de Riscal en Álava.

El estudio de la ubicación del edificio y su implantación en el lugar es brillante, y nada ha ayudado más a convertir el edificio en un ICONO que el entorno desolado en que se construyó. Una manera de concebir el espacio que ha condicionado el desarrollo posterior del entorno. El efecto de la “entrada en puerto” de este edificio se tradujo en un éxito completo a todos los niveles, tanto sociales como económicos para la ciudad de Bilbao.

El Guggenheim se incubó, a mí entender, de manera más o menos inconsciente, dentro del paradigma mecánico-cuántico, lejos de la participación de todos los principios estructurales de la orquestación estática. Un pensamiento creativo que genera conexiones inesperadas, multitud de posibilidades. La cuarta dimensión que ofrece simultáneamente diferentes perspectivas del espacio. El museo es un barco en movimiento. Para entenderlo se puede comparar al cuadro de Marcel Duchamp de 1912 “Desnudo bajando la escalera”. En definitiva, una obra que, como diría Hegel, expresa el “espíritu objetivo” de los tiempos.

La expresión de este espíritu de los tiempos, no se basa en unas reglas escritas. No existe un lenguaje moderno codificado que nos facilite esta labor de entendimiento.

En 1964 John Summerson publicó un ensayo titulado: El lenguaje clásico de la arquitectura. En 2010 aún no se ha publicado una réplica o actualización que analice un lenguaje moderno global para la arquitectura.

A lo largo de la historia sólo se ha codificado el lenguaje clásico y no hemos aprendido a leer y entender ninguna otra lengua diferente: la paleolítica, la medieval, la manierista, la japonesa o la egipcia, ni a los maestros contemporáneos como Wright o Le Corbusier. Leemos con “faltas de ortografía” puesto que desconocemos el léxico, la gramática y la sintaxis del lenguaje moderno.

Hay que despojarse de los tabúes culturales que hemos heredado, los tendremos que buscar en nuestro interior y profanarlos uno por uno. Es difícil pero proporciona gran felicidad. Este hábito de intensa reflexión nos dará el merecido derecho a la imaginación.

MUSEO GUGGENHEIM BILBAO

DESNUDO BAJANDO LA ESCALERA

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